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Si el que peca es el sumo sacerdote, el ungido, su pecado mancha al pueblo. Ofrecerá a Yavé, por el pecado que cometió, un novillo sin defecto. (Levítico 4, 3)
Entonces el sacerdote ungido tomará parte de su sangre, que llevará a la Tienda de las Citas, (Levítico 4, 5)
El sacerdote ungido llevará parte de la sangre a la Tienda de las Citas; (Levítico 4, 16)
Uno de los hijos del sacerdote que ha sido ungido podrá ofrecerla en su lugar. Esta ofrenda será quemada entera en el altar: esto será un rito perpetuo. (Levítico 6, 15)
El sacerdote al que hayan ungido y consagrado para ser sacerdote en lugar de su padre, hará la expiación. Se vestirá con las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas, y hará el rito de expiación por el Santuario Sagrado, por la Tienda de las Citas y el altar. (Levítico 16, 32)
Salvará a este hombre de la mano del vengador de la sangre y lo hará volver a la ciudad de asilo en la que se refugió. Allí vivirá hasta la muerte del sumo sacerdote ungido con el óleo santo. (Números 35, 25)
Entonces Samuel tomó la alcuza de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl y después lo besó diciendo: «Yavé es quien te ha ungido como jefe de Israel. Tú dirigirás al pueblo de Yavé y lo librarás de los enemigos que lo rodean. Y ésta será para ti la señal de que el mismo Yavé te ha ungido. (1 Samuel 10, 1)
y dijo a sus hombres: «¡Líbreme Dios de hacer tal cosa contra mi señor! ¡No puedo poner la mano sobre el ungido de Yavé! » (1 Samuel 24, 7)
Hoy mismo tú has visto cómo Yavé te ha puesto en mis manos y yo no he querido matarte, pues me contuve al pensar que tú eres el ungido de Yavé. (1 Samuel 24, 11)
Pero David le contestó: «No lo mates; ¿quién podría levantar su mano contra el ungido de Yavé sin ser castigado?» (1 Samuel 26, 9)
Líbreme Dios de levantar mi mano contra el ungido de Yavé. Ahora toma la lanza y el jarro de agua y vámonos.» (1 Samuel 26, 11)
Por la vida de Yavé, merecen la muerte todos ustedes, que no han cuidado a su señor, el ungido de Yavé. ¿Dónde está la lanza del rey y el jarro de agua que había junto a su cabecera?» (1 Samuel 26, 16)