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Comprendan en qué tiempo estamos, y que ya es hora de despertar. Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando llegamos a la fe. (Carta a los Romanos 13, 11)
Hagan como yo, que no busco mi propio interés sino el de los demás, es decir, su salvación, y me esfuerzo por complacer a todos. (1º Carta a los Corintios 10, 33)
Estas pruebas nuestras son para consuelo y salvación de ustedes, y de igual modo nuestro consuelo será consuelo para ustedes cuando tengan que soportar los mismos sufrimientos que ahora padecemos nosotros. (2º Carta a los Corintios 1, 6)
Dice la Escritura: En el momento fijado te escuché, en el día de la salvación te ayudé. Este es el momento favorable, éste es el día de la salvación. (2º Carta a los Corintios 6, 2)
La tristeza que viene de Dios lleva al arrepentimiento y realiza una obra de salvación que no se perderá. Por el contario, la tristeza que inspira el mundo provoca muerte. (2º Carta a los Corintios 7, 10)
No entristezcan al Espíritu santo de Dios; éste es el sello con el que ustedes fueron marcados y por el que serán reconocidos en el día de la salvación. (Carta a los Efesios 4, 30)
Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios. (Carta a los Efesios 6, 17)
No se dejen intimidar por los adversarios. Este será un signo seguro de que ellos van a la ruina y ustedes a la salvación. Todo eso viene de Dios, (Carta a los Filipenses 1, 28)
Por tanto, amadísimos míos, que siempre me han escuchado, sigan procurando su salvación con temor y temblor; y si lo hicieron cuando me tenían presente, háganlo más todavía cuando estoy lejos. (Carta a los Filipenses 2, 12)
Nosotros, en cambio, por ser del día, permanezcamos despiertos; revistámonos de la fe y del amor como de una coraza, y sea nuestro casco la esperanza de la salvación. (1º Carta a los Tesalonicenses 5, 8)
Pues Dios no nos ha destinado a la condenación, sino a que hagamos nuestra la salvación por Cristo Jesús, nuestro Señor. (1º Carta a los Tesalonicenses 5, 9)
Por eso lo soporto todo por el bien de los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que se nos dio en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. (2º Carta a Timoteo 2, 10)