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Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas en él olvidada una gavilla, no volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahveh tu Dios te bendiga en todas tus obras. (Deuteronomio 24, 19)
Cuando varees tus olivos, no harás rebusco. Lo que quede será para el forastero, el huérfano y la viuda. (Deuteronomio 24, 20)
Cuando vendimies tu viña, no harás rebusco. Lo que quede será para el forastero, el huérfano y la viuda. (Deuteronomio 24, 21)
El tercer año, el año del diezmo, cuando hayas acabado de apartar el diezmo de toda tu cosecha y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que coman de ello en tus ciudades hasta saciarse, (Deuteronomio 26, 12)
dirás en presencia de Yahveh tu Dios: «He retirado de mi casa lo que era sagrado; se lo he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, según todos los mandamientos que me has dado sin traspasar ninguno de tus mandamientos ni olvidarlos. (Deuteronomio 26, 13)
Maldito quien tuerza el derecho del forastero, el huérfano o la viuda. - Y todo el pueblo dirá: Amén. (Deuteronomio 27, 19)
El rey le dijo: «¿Qué te pasa?» Y ella contestó: «¡Ay de mí! Soy una mujer viuda. Mi marido ha muerto. (II Samuel 14, 5)
era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí; su padre era de Tiro; trabajaba en bronce y estaba lleno de ciencia, pericia y experiencia para realizar todo trabajo en bronce; fue donde el rey Salomón y ejecutó todos sus trabajos. (I Reyes 7, 14)
Jeroboam era hijo de Nebat, efraimita de Seredá; su madre se llamaba Seruá y era viuda. Era servidor de Salomón y alzó la mano contra el rey. (I Reyes 11, 26)
«Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer.» (I Reyes 17, 9)
Se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la ciudad había allí una mujer viuda que recogía leña. La llamó Elías y dijo: «Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu jarro para que pueda beber.» (I Reyes 17, 10)
después clamó a Yahveh diciendo: «Yahveh, Dios mío, ¿es que también vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo morir a su hijo?» (I Reyes 17, 20)