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El Señor da la muerte y da la vida, hace bajar al abismo y hace subir de él. (I Samuel 2, 6)
Su nuera, la mujer de Fineés, estaba encinta y a punto de dar a luz. Cuando oyó la noticia referente al arca de Dios, la muerte de su suegro y de su marido, se acostó y dio a luz, pues le asaltaron los dolores. (I Samuel 4, 19)
Pero Saúl dijo: "Hoy no se castigará a nadie con la muerte, porque hoy el Señor ha salvado a Israel". (I Samuel 11, 13)
Samuel dijo: "Traedme aquí a Agag, rey de Amalec". Agag se acercó temblando y diciendo: "¡Qué amarga es la muerte!". (I Samuel 15, 32)
Samuel no volvió a ver a Saúl hasta el día de su muerte. Samuel lloraba por Saúl porque el Señor se había arrepentido de haber hecho a Saúl rey de Israel. (I Samuel 15, 35)
Al volver David de la guerra después de dar muerte al filisteo, las mujeres salían de todas las ciudades de Israel, cantando y danzando ante el rey Saúl al son de tambores y arpas y con gritos de alegría; (I Samuel 18, 6)
David replicó: "Tu padre sabe muy bien que yo soy tu amigo y se dice: Que no lo sepa Jonatán para que no se entristezca. Pero, por la vida del Señor y por tu vida, que estoy a un paso de la muerte". (I Samuel 20, 3)
que el Señor castigue a Jonatán. Si mi padre ha decidido tu muerte, te lo haré saber confidencialmente y te dejaré marchar. Tú podrás ir sano y salvo, y que el Señor esté contigo como estuvo con mi padre. (I Samuel 20, 13)
Porque mientras el hijo de Jesé viva sobre la tierra, ni tú, ni tu reino estaréis seguros. Ahora, mándalo llamar y tráemelo aquí, porque merece la muerte". (I Samuel 20, 31)
Entonces Saúl blandió su lanza contra él para herirle; y Jonatán, viendo que la muerte de David era cosa decidida por parte de su padre, (I Samuel 20, 33)
Y añadió: "¡Vive el Señor!, que ha de ser él quien le hiera, ya le llegue el día de su muerte y muera, ya baje a la guerra y caiga. (I Samuel 26, 10)
No está bien lo que has hecho. Vive el Señor, que merecéis la muerte por no haber guardado a vuestro señor, el ungido del Señor. ¿Dónde está la lanza del rey y el jarro de agua que tenía a su cabecera?". (I Samuel 26, 16)