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ordenamos que todos los que os sean indicados en las cartas de Amán, que está al cargo de nuestros asuntos y es nuestro segundo padre, sean pasados a espada con sus mujeres e hijos, sin piedad y miramiento alguno, el día catorce del duodécimo mes, el de adar, del presente año. (Ester 13, 6)
Tú lo sabes todo; tú sabes, Señor, que no por insolencia, ni por orgullo, ni vanidad me negué a postrarme ante el soberbio Amán. (Ester 13, 12)
Jamás tu sierva ha comido en la mesa de Amán, ni ha honrado con su presencia los convites del rey, ni ha bebido del vino que ofrece a sus dioses. (Ester 14, 17)
"Acuérdate -le decía- de los días de tu niñez, cuando te alimentaba con mi mano. Amán, la segunda personalidad del reino, ha hablado contra nosotros pidiendo nuestro exterminio. (Ester 15, 2)
Pero queremos que entendáis mejor lo que decimos: Amán, hijo de Hamdatá, macedonio, extraño a la sangre persa y completamente ajeno a nuestra benignidad, fue recibido por nosotros como huésped (Ester 16, 10)
Haréis, pues, bien anulando las cartas enviadas por Amán, hijo de Hamdatá, (Ester 16, 17)
Que se alegren en cambio los que en ti confían, que siempre estén alegres, porque tú los proteges; que se gocen en ti los que aman tu nombre. (Salmos 5, 12)
Las heredará la estirpe de sus siervos, y los que aman su nombre vivirán en ellas. (Salmos 69, 37)
Porque tus siervos aman sus piedras y sienten dolor por sus ruinas. (Salmos 102, 15)
Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. (Salmos 111, 2)
Ven conmigo y ten piedad de mí, como haces en justicia con los que te aman; (Salmos 119, 132)
Derrótalos con la espada de los que te aman, y te alabarán con cánticos cuantos conocen tu nombre". (I Macabeos 4, 33)