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¡Ay de Asiria, vara de mi cólera, bastón que blande mi furor! (Isaías 10, 5)
Tan sólo un poco más, un momento, y acabará mi ira, y mi furor los aniquilará. (Isaías 10, 25)
Por eso haré temblar los cielos; se desquiciará la tierra de su sitio por el furor del Señor omnipotente el día en que estalle su cólera. (Isaías 13, 13)
Mirad, el nombre del Señor viene de lejos, abrasa su cólera, oprime la nube de su humo. Sus labios rebosan de furor, y su lengua es un fuego que devora. (Isaías 30, 27)
Por haberte envalentonado contra mí, pues tu insolencia y tu furor contra mí han llegado a mis oídos, voy a poner mi anillo en tu nariz y mi freno en tus labios, para hacerte volver por el camino por donde has venido. (Isaías 37, 29)
En el lagar he pisado yo solo, nadie del pueblo estaba conmigo. Sí, en mi cólera los he pisado, los he pisoteado en mi furor; y su jugo ha salpicado mis ropas y he manchado todos mis vestidos. (Isaías 63, 3)
Miré a mi alrededor, y no había ayuda; me sorprendí al no encontrar apoyo. Entonces mi brazo me salvó y mi furor me sostuvo. (Isaías 63, 5)
Pisoteé a los pueblos en mi ira, los aplasté en mi furor y derramé por la tierra su jugo. (Isaías 63, 6)
Circuncidaos para el Señor, quitad el prepucio de vuestro corazón, oh gentes de Judá, habitantes de Jerusalén, no sea que estalle mi furor como fuego y arda sin que haya quien lo apague por la maldad de vuestras obras". (Jeremías 4, 4)
Estoy lleno de furor del Señor, cansado estoy de contenerlo. Derrámalo sobre el niño de la calle, sobre las cuadrillas de jóvenes también. Todos serán presas: marido y mujer, el adulto y el hombre lleno de años. (Jeremías 6, 11)
Por eso, esto dice el Señor: He aquí que mi cólera, mi furor, se va a desencadenar sobre este lugar, sobre los hombres y los animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra. Y quemará sin apagarse. (Jeremías 7, 20)
Derrama tu furor sobre las naciones que no te conocen, sobre los pueblos que tu nombre no invocan, porque han devorado a Jacob, lo han consumido y han devastado su morada. (Jeremías 10, 25)