Löydetty 83 Tulokset: Amán
Parmaseta, Arisai, Aridai, y Baizata, incluyendo a los hijos de Amán, el perseguidor de los judíos, pero no se apoderaron de sus bienes. (Ester 9, 9)
Ester respondió: «Quisiera aún pedirte algo, ¡oh rey!: permite que los judíos de Susa puedan proseguir mañana ejecutando lo dispuesto en el edicto y ordena además que los cadáveres de los diez hijos de Amán sean colgados de la horca.» (Ester 9, 13)
Les decía, además, que Amán, hijo de Hamedata, el agagita, su perseguidor, como pensaba matarlos a todos, había tirado el Pur, es decir, sorteado cuándo los iba a perseguir y destruir. (Ester 9, 24)
Los dos dragones somos Amán y yo. Las naciones son aquellos que se organizaron para hacer desaparecer a la nación judía. (Ester 10, 8)
Pero había un hombre que quería vengarse de Mardoqueo por el asunto de los dos guardias del rey; era un tal Amán, hijo de Hamedata, descendiente de Agag, favorito del rey. (Ester 12, 6)
Con este fin les he pedido la opinión a mis consejeros, y uno de ellos, Amán, conocido por su elevado criterio, por su total dedicación y por su fidelidad a toda prueba, que es la segunda persona importante del imperio, nos ha hecho la siguiente denuncia: (Ester 13, 3)
En vista de esto hemos ordenado, como lo menciona en sus cartas Amán, nuestro colaborador en el gobierno y nuestro segundo padre, que toda esa gente sea exterminada por la espada, incluyendo a sus mujeres y niños, sin consideración ni miramiento alguno, el (Ester 13, 6)
¡Tú lo conoces todo! Tú sabes bien, Señor, que no ha sido por orgullo ni soberbia, ni por un falso prestigio, por lo que me he negado a agacharme delante de ese creído de Amán; (Ester 13, 12)
Tu esclava no ha comido en la mesa de Amán, ni tomado parte en el banquete del rey, ni probado el vino que se ofrece a los dioses. (Ester 14, 17)
Así, por ejemplo, Amán, hijo de Hamedata, un macedonio, que no pertenecía a nuestra raza ni tenía nuestros buenos sentimientos, después de haber sido acogido en nuestra casa, (Ester 16, 10)
Ustedes, por tanto, no deberán hacer caso de las cartas que les envió Amán, (Ester 16, 17)
¿Hasta cuándo, señores, no querrán entender? ¿Por qué aman la falsedad y buscan la mentira? (Salmos 4, 3)