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Jacob insistió: «Júramelo ahora mismo.» Y lo juró, vendiéndole sus derechos. (Génesis 25, 33)
Jacob entonces dio a su hermano pan y el guiso de lentejas. Esaú comió y bebió, y después se marchó. No hizo mayor caso de sus derechos de primogénito. (Génesis 25, 34)
Rebeca dijo a su hijo Jacob: «Acabo de oír a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú y le dijo: (Génesis 27, 6)
Jacob dijo a su madre Rebeca: «Pero mi padre sabe que yo soy lampiño y mi hermano muy velludo. (Génesis 27, 11)
Después, tomando las mejores ropas del hijo mayor Esaú, que tenía en casa, vistió con ellas a Jacob, su hijo menor. (Génesis 27, 15)
y luego puso en las manos de Jacob el guiso y el pan que había preparado. (Génesis 27, 17)
Jacob entró donde estaba su padre y le dijo: «¡Padre!» Él le preguntó: «Sí, hijo mío. ¿Quién eres?» (Génesis 27, 18)
Y Jacob dijo a su padre: «Soy Esaú, tu primogénito. Ya hice lo que me mandaste. Levántate, siéntate y come la caza que te he traído. Después me bendecirás.» (Génesis 27, 19)
Dijo Isaac: «¡Qué pronto lo has encontrado, hijo!» Contestó Jacob: «Es que Yavé, tu Dios, me ha dado buena suerte.» (Génesis 27, 20)
Isaac le dijo: «Acércate, pues quiero tocarte y comprobar si eres o no mi hijo Esaú.» Jacob se acercó a su padre Isaac, (Génesis 27, 21)
quien lo palpó y dijo: «La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú.» (Génesis 27, 22)
Volvió a preguntarle: «¿Eres de verdad mi hijo Esaú? » Contestó Jacob: «Sí, yo soy». (Génesis 27, 24)