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Tampoco se buscará muchas mujeres, no sea que se pervierta su corazón. Y que tampoco se haga rico en oro y plata. (Deuteronomio 17, 17)
pero las mujeres y niños, el ganado y las demás cosas que en ella encuentres, serán tu botín y comerás de los despojos de tus enemigos que Yavé te haya entregado. (Deuteronomio 20, 14)
Cuando un hombre tiene dos mujeres, de las cuales a una quiere y a la otra, no, puede ser que las dos le den hijos y que el primogénito sea hijo de la mujer menos amada. (Deuteronomio 21, 15)
El día que reparta la herencia entre sus hijos, no podrá dar los derechos de primogenitura al hijo de la mujer a la que quiere, en perjuicio del primogénito que le dio la mujer no amada. (Deuteronomio 21, 16)
Al contrario, deberá reconocer como primogénito al hijo de la mujer menos amada y darle una parte doble de toda su herencia. Al que engendró primero, a éste le correspoonden los derechos de primogénito. (Deuteronomio 21, 17)
Reúne al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al forastero que vive en tus ciudades, para que escuchen, aprendan a temer a Yavé y cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta Ley. (Deuteronomio 31, 12)
Las mujeres y los niños, así también como el ganado, se quedarán a este lado del Jordán, en la provincia que les dio Moisés, pero ustedes, los valientes, pasarán armados al frente de sus hermanos y los ayudarán (Josué 1, 14)
Se apoderaron de Jericó. Y espada en mano mataron a todos los hombres y mujeres, jóvenes y viejos; incluso a los bueyes, ovejas y burros, y los entregaron como anatema, o sea, los sacrificaron a Dios. (Josué 6, 21)
No olvidó ninguna palabra de cuantas escribió Moisés. Las leyó en voz alta delante de la asamblea de todo Israel, incluso las mujeres, niños y extranjeros que vivían entre ellos. (Josué 8, 35)
Bendita entre las mujeres Yael, mujer de Heber, el quenita; entre las mujeres que habitan en tiendas, ¡bendita seas! (Jueces 5, 24)
La más despierta de sus mujeres le contesta y le da esta respuesta: (Jueces 5, 29)
«Lo que han visto que yo he hecho, háganlo ustedes también.» Y todos sus hombres cortaron cada uno su rama; luego siguieron a Abimelec, pusieron las ramas sobre el subterráneo y lo quemaron encima de ellos. Así murieron todos los habitantes de la torre de Siquem, unos mil hombres y mujeres. (Jueces 9, 49)