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Por ende, así dice Yahveh: He aquí que yo les traigo una desgracia a la que no podrán hurtarse; y aunque se me quejaren, no les oiré. (Jeremías 11, 11)
¡Que vayan las ciudades de Judá y los moradores de Jerusalén, y que se quejen a los dioses a quienes inciensan!, que lo que es salvarles, no les salvarán al tiempo de su desgracia. (Jeremías 11, 12)
En cuanto a ti, no pidas por este pueblo, ni eleves por ellos plegaria ni oración, porque no he de oír cuando clamen a mí por su desgracia. (Jeremías 11, 14)
¿Qué hace mi amada en mi Casa?; su obrar ¿no es pura doblez? ¿Es que los votos y la carne consagrada harán pasar de ti tu desgracia? Entonces sí que te regocijarías. (Jeremías 11, 15)
y no quedará de ellos ni reliquia cuando yo traiga la desgracia a los de Anatot, el año en que sean visitados. (Jeremías 11, 23)
Luego, cuando hayas comunicado a este pueblo todas estas palabras, y te digan: «¿Por qué ha pronunciado Yahveh contra nosotros toda esta gran desgracia? ¿cuál es nuestra culpa, y cuál nuestro pecado que hemos cometido contra Yahveh nuestro Dios?», (Jeremías 16, 10)
Dirás: Oíd la palabra de Yahveh, reyes de Judá y habitantes de Jerusalén. Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: «He aquí que yo traigo sobre este lugar una desgracia, que a todo el que la oyere le zumbarán los oídos. (Jeremías 19, 3)
Así dice Yahveh Sebaot: Mirad que una desgracia se propaga de nación a nación, y una gran tormenta surge del fin del mundo. (Jeremías 25, 32)
que bien me sé los pensamientos que pienso sobre vosotros - oráculo de Yahveh - pensamientos de paz, y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza. (Jeremías 29, 11)
En efecto, el jefe de la guardia tomó aparte a Jeremías y le dijo: «Tu Dios Yahveh había predicho esta desgracia a este lugar, (Jeremías 40, 2)
Y esto será para vosotros señal - oráculo de Yahveh - de que os visito yo en este lugar, de suerte que sepáis que han de mantenerse sin falta mis palabras para desgracia vuestra. (Jeremías 44, 29)
¡Y tú andas buscándote grandezas! No las busques porque mira que yo traigo desgracia sobre toda carne - oráculo de Yahveh - pero a ti te daré la vida salva por botín a donde quiera que vayas. (Jeremías 45, 5)