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  • así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados del mundo, aparecerá una segunda vez, sin pecado, para dar la salvación a los que le esperan. (Hebreos 9, 28)

  • De otro modo, ¿no hubiesen cesado de ofrecerlos, supuesto que quienes ofrecían este culto, purificados una vez para siempre, no tendrían ya conciencia alguna de pecado? (Hebreos 10, 2)

  • No te han agradado los holocaustos ni los sacrificios por el pecado. (Hebreos 10, 6)

  • Primero dice que no ha querido sacrificios ni ofrendas y que no le han agradado los holocaustos y los sacrificios por el pecado; (Hebreos 10, 8)

  • Ahora bien, donde hay perdón de los pecados no hay necesidad de ofrenda por el pecado. (Hebreos 10, 18)

  • escogiendo más bien ser maltratado con el pueblo de Dios que disfrutar de las delicias pasajeras del pecado; (Hebreos 11, 25)

  • Precisamente por eso también nosotros, envueltos como estamos en una gran nube de testigos, debemos liberarnos de todo aquello que es un peso para nosotros y del pecado, que fácilmente nos seduce, y correr con perseverancia en la prueba que se nos propone, (Hebreos 12, 1)

  • Todavía no habéis resistido hasta el derramamiento de sangre en la lucha contra el pecado. (Hebreos 12, 4)

  • Después su propio deseo, una vez consentido, engendra el pecado; y el pecado, una vez cometido, produce la muerte. (Santiago 1, 15)

  • Pero si tenéis favoritismos, cometéis un pecado, y la ley os condena como transgresores. (Santiago 2, 9)

  • Pues el que sabe hacer el bien y no lo hace comete pecado. (Santiago 4, 17)

  • Él, en quien no hubo pecado y en cuyos labios no se encontró engaño; (I Pedro 2, 22)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina