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Si tratas mal a mis hijas o si tomas otras mujeres fuera de ellas, no serán los hombres los que te juzguen, sino Dios que es testigo de nuestro pacto.» (Génesis 31, 50)
Lo que sigue vale para la persona que se encuentra culpable porque podía testificar respecto de algún crimen del que fue testigo ocular o del que supo y, sin embargo, al oír las palabras de la maldición contra quien no denunciara no quiso denunciar al culpable. (Levítico 5, 1)
En cualquier caso de homicidio, se dará muerte al asesino, según declaración de los testigos, pero un solo testigo no bastará para condenar a muerte a una persona. (Números 35, 30)
Exigirás las declaraciones de dos o tres testigos para condenarlos a muerte. Nadie será condenado a muerte por la acusación de un solo testigo. (Deuteronomio 17, 6)
Un solo testigo no es suficiente para condenar a un hombre, sea cual fuere el delito o falta de que se le acusa; sólo por el testimonio de dos o tres testigos se decidirá la causa. (Deuteronomio 19, 15)
Si un solo testigo se levanta contra un hombre y lo acusa de algún delito, (Deuteronomio 19, 16)
Los jueces examinarán minuciosamente, y si resulta que el testigo ha dicho una mentira, acusando falsamente a su hermano, (Deuteronomio 19, 18)
La gente de Rubén y de Gad llamaron al altar que habían edificado «Testigo», pues dijeron: «Este altar es testigo de que Yavé es Dios.» (Josué 22, 34)
Luego Josué dijo al pueblo reunido: «Esta piedra quedará como testigo de todo lo que nos habló Yavé, ya que oyó todas estas palabras. Ella será testigo contra nosotros, no sea que ustedes vayan a defraudar a Yavé.» (Josué 24, 27)
Entonces Samuel dijo al pueblo: «Sí; testigo es Yavé, que estableció a Moisés y a Aarón y que sacó a nuestros padres de la tierra de Egipto. (1 Samuel 12, 6)
En cuanto al pacto que hicimos, Yavé es testigo para siempre.» (1 Samuel 20, 23)
David se presentó delante de ellos y les dijo: «Si vienen a mí en son de paz para ayudarme, mi corazón se unirá con el de ustedes; pero si es para engañarme y ayudar a mis enemigos, puesto que yo tengo las manos limpias de todo pecado, el Dios de nuestros padres sea testigo y juez.» (1 Crónicas 12, 18)