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Y retiraron de en medio de ellos a los dioses extranjeros y sirvieron a Yahveh. Y Yahveh no pudo soportar el sufrimiento de Israel. (Jueces 10, 16)
Su amo le respondió: «No vamos a entrar en una ciudad de extranjeros, que no son israelitas; pasaremos de largo hasta Guibeá.» (Jueces 19, 12)
Entonces Samuel habló así a toda la casa de Israel: «Si os volvéis a Yahveh con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extranjeros y las Astartés, fijad vuestro corazón en Yahveh y servidle a él solo y entonces él os librará de la mano de los filisteos.» (I Samuel 7, 3)
Los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen. (II Samuel 22, 45)
Los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios. (II Samuel 22, 46)
La raza de Israel se separó de todos los extranjeros; y puestos en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus padres. (Nehemías 9, 2)
Calmado el tumulto provocado por los hombres que estaban en torno al Consejo. Holofernes, jefe supremo del ejército de Asiria, dijo a Ajior delante de todos los pueblos extranjeros y de los moabitas: (Judit 6, 1)
Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para vengarse de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen para mancha, que desnudaron sus caderas para vergüenza y profanaron su seno para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace», y ellos lo hicieron. (Judit 9, 2)
Extranjeros abren galerías de todo pie olvidadas, y oscilan, se balancean, lejos de los humanos. (Job 28, 4)
los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen, (Salmos 18, 45)
los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios. (Salmos 18, 46)
Ellos se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí; extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso; (Salmos 35, 15)