Encontrados 874 resultados para: lamento de David

  • David, pues, se escondió en el campo. Llegó la luna nueva y el rey se sentó a la mesa para comer. (1 Samuel 20, 24)

  • Como de costumbre, se sentó en su asiento junto a la pared; Jonatán se sentó enfrente y Abner al lado de Saúl; el asiento de David quedó vacío. (1 Samuel 20, 25)

  • Saúl no dijo nada ese día, pensando que tal vez le había sucedido algo a David y que no estaba en situación de pureza. (1 Samuel 20, 26)

  • Al segundo día de la fiesta, se vio también desocupado el asiento de David. Entonces, Saúl dijo a su hijo Jonatán: «¿Por qué no ha venido a comer ayer ni hoy el hijo de Jesé?» (1 Samuel 20, 27)

  • Jonatán respondió: «David me pidió con insistencia que lo dejara ir a Belén. (1 Samuel 20, 28)

  • Saúl, al oír esto, tomó su lanza amenazándolo y Jonatán comprendió que su padre tenía resuelta la muerte de David. (1 Samuel 20, 33)

  • Jonatán se levantó de la mesa lleno de furor y no comió nada el segundo día, ya que estaba triste por las palabras que su padre había proferido contra David. (1 Samuel 20, 34)

  • A la mañana siguiente salió Jonatán al campo para encontrarse con David e iba acompañado por un muchacho. (1 Samuel 20, 35)

  • Pero el joven no entendió nada y volvió a su patrón. Sólo lo entendían Jonatán y David. (1 Samuel 20, 39)

  • Cuando el joven se fue, salió David del lugar en que estaba escondido e hizo tres veces una profunda reverencia a Jonatán, inclinándose hasta el suelo. Se abrazaron y lloraron juntos; pero David estaba mucho más conmovido. (1 Samuel 20, 41)

  • Jonatán dijo a David: «Vete en paz, ya que nos hemos comprometido en nombre de Yavé; que Yavé esté entre tú y yo, entre mi descendencia y la tuya, para siempre.» (1 Samuel 20, 42)

  • David se fue, y Jonatán volvió a la ciudad. (1 Samuel 21, 1)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina