Encontrados 58 resultados para: maldición
Si me toca se dará cuenta del engaño y recibiré una maldición en lugar de una bendición.» (Génesis 27, 12)
Su madre le replicó: «Tomo para mí la maldición. Pero tú, hijo mío, hazme caso, y vé a buscar lo que te pedí.» (Génesis 27, 13)
Lo que sigue vale para la persona que se encuentra culpable porque podía testificar respecto de algún crimen del que fue testigo ocular o del que supo y, sin embargo, al oír las palabras de la maldición contra quien no denunciara no quiso denunciar al culpable. (Levítico 5, 1)
y, cuando quede libre en el jubileo, será consagrado a Yavé tal como si fuera consagrado por maldición y será propiedad del sacerdote. (Levítico 27, 21)
Así, puesta la mujer delante de Yavé, el sacerdote le descubrirá la cabeza y pondrá en sus manos la ofrenda para recordar la culpa, mientras que él mismo tendrá en sus manos el agua de amargura que trae la maldición. (Números 5, 18)
Entonces el sacerdote pedirá a la mujer que repita esta maldición: «Si nadie más que tu marido se ha acostado contigo y no te has descarriado con otro hombre, esta agua amarga que trae la maldición manifestará tu inocencia. (Números 5, 19)
Y el sacerdote proseguirá con la fórmula de maldición: Que Yavé te convierta en maldición y abominación en medio de tu pueblo; que se marchiten tus senos y que se te hinche el vientre. (Números 5, 21)
Entren en tus entrañas las aguas que traen la maldición, haciendo que se pudran tus muslos y reviente tu vientre.» Y la mujer responderá: ¡Así sea, así sea! (Números 5, 22)
Y dará a beber a la mujer estas aguas que traen la maldición. (Números 5, 24)
Ustedes quemarán las imágenes de sus dioses y no codiciarán el oro ni la plata que los recubre. No lo tomes para ti, no sea que te quedes atrapado: debes saber que Yavé lo odia. Nada de esto entrará en tu casa, no sea que te vuelvas maldición, como ello es maldición. (Deuteronomio 7, 25)
Los tendrás por cosa abominable, porque, de hecho, son «anatema», o sea, maldición. (Deuteronomio 7, 26)
Miren que en este día yo pongo delante de ustedes la bendición y la maldición. (Deuteronomio 11, 26)