Encontrados 149 resultados para: regreso de los setenta

  • además, treinta y seis mil cabezas de vacuno, siendo la parte de Yavé setenta y dos; además, (Números 31, 38)

  • Partieron de Mará y llegaron a Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras. (Números 33, 9)

  • Cuando bajaron a Egipto, tus antepasados no eran más de setenta personas, y ahora Yavé, tu Dios, te ha hecho un pueblo numeroso como las estrellas del cielo. (Deuteronomio 10, 22)

  • Los exploradores le dijeron a su regreso: «No es necesario que se movilice todo el ejército; unos dos o tres mil hombres son suficientes para conquistar la ciudad. Es inútil cansar a todo el pueblo, pues esa gente es poco numerosa.» (Josué 7, 3)

  • Después regresó con todo Israel a su campamento en Guilgal. (Josué 10, 43)

  • Regresó Finjas a Israel con los jefes principales informando de todo. (Josué 22, 32)

  • El señor de Bezec declaró: «Setenta reyes a quienes corté los pulgares de pies y manos recogían las migajas debajo de mi mesa; Dios me devuelve lo que hice yo.» Lo llevaron a Jerusalén y allí murió. (Jueces 1, 7)

  • Habiendo detenido a un joven de la gente de Sucot, lo interrogó. El le dio por escrito los nombres de los jefes y ancianos de Sucot: setenta y siete hombres. (Jueces 8, 14)

  • Tuvo setenta hijos, pues tenía muchas esposas. (Jueces 8, 30)

  • «Digan esto, por favor, a todos los señores de Siquem: ¿Qué es mejor para ustedes, que los gobiernen setenta hombres, todos los hijos de Jerubaal, o que los mande un solo hombre? Recuerden, además, que yo soy de la misma sangre que ustedes.» (Jueces 9, 2)

  • «Es nuestro hermano.» Le dieron, pues, setenta monedas de plata del templo de Baal-Berit, con las que Abimelec contrató a hombres malvados y aventureros que marcharon con él. (Jueces 9, 4)

  • Fue con ellos a casa de su padre, en Ofrá, y mató de una vez a todos sus hermanos, hijos de Jerubaal, que eran setenta hombres. Sólo escapó Jotam, el hijo menor de Jerubaal, que pudo esconderse. (Jueces 9, 5)


“No tumulto das paixões terrenas e das adversidades, surge a grande esperança da misericórdia inexorável de Deus. Corramos confiantes ao tribunal da penitência onde Ele, com ansiedade paterna, espera-nos a todo instante.” São Padre Pio de Pietrelcina