Encontrados 470 resultados para: Pecado de Adorar un Becerro

  • Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió. (Hechos 7, 60)

  • Se levantó y partió. Y he aquí que un etíope eunuco, alto funcionario de Candace, reina de los etíopes, que estaba a cargo de todos sus tesoros, y había venido a adorar en Jerusalén, (Hechos 8, 27)

  • Pues ya demostramos que tanto judíos como griegos están bajo el pecado, como dice la Escritura: No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo. (Romanos 3, 10)

  • ya que nadie será justificado ante él por las obras de la ley, pues la ley no da sino el conocimiento del pecado. (Romanos 3, 20)

  • Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron; (Romanos 5, 12)

  • - porque, hasta la ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley; (Romanos 5, 13)

  • Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno solo; porque la sentencia, partiendo de uno solo, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación. (Romanos 5, 16)

  • La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; (Romanos 5, 20)

  • así, la mismo que el pecado reinó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor. (Romanos 5, 21)

  • ¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo! (Romanos 6, 1)

  • Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? (Romanos 6, 2)

  • sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. (Romanos 6, 6)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina