Encontrados 175 resultados para: mar Muerto

  • Enviaron a decir a Jezabel: «Nabot ha sido apedreado y ha muerto.» (I Reyes 21, 14)

  • Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Ajab: «Levántate, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yizreel, el que se negó a dártela por dinero, pues Nabot ya no vive, ha muerto.» (I Reyes 21, 15)

  • Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la viña de Nabot, el de Yizreel, para tomar posesión de ella. (I Reyes 21, 16)

  • El rey ha muerto.» Llegaron a Samaría y allí sepultaron al rey. (I Reyes 22, 37)

  • Una de las mujeres de la comunidad de los profetas clamó a Eliseo diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto; tú sabes que tu siervo temía a Yahveh. Pero el acreedor ha venido a tomar mis dos hijos para esclavos suyos.» (II Reyes 4, 1)

  • Llegó Eliseo a la casa; el niño muerto estaba acostado en su lecho. (II Reyes 4, 32)

  • Estaba él contando al rey cómo había resucitado al muerto, cuando llegó la mujer, cuyo hijo había resucitado, para apelar al rey por su casa y su campo y dijo Guejazí: «¡Oh mi señor! Esta es la mujer y éste su hijo, al que resucitó Eliseo.» (II Reyes 8, 5)

  • Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó toda la estirpe real. (II Reyes 11, 1)

  • Todo el pueblo de la tierra estaba contento y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, había muerto a espada en la casa del rey. (II Reyes 11, 20)

  • Viendo el escudero que Saúl había muerto, se arrojó, también él, sobre su espada y murió con él. (I Crónicas 10, 5)

  • Viendo todos los hombres de Israel, que estaban en el valle, que las tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se establecieron en ellas. (I Crónicas 10, 7)

  • Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó a toda la estirpe real de la casa de Judá. (II Crónicas 22, 10)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina